EL AMOR ES DULCE

Una metáfora sobre el amor y la maduración personal: cómo nuestras etapas internas influyen en las relaciones y por qué solo cuando ambos han transformado sus “ácidos” en dulzura es posible disfrutar de un vínculo realmente nutritivo.

En el anhelo que todos tenemos de encontrar ese verdadero amor que nos otorgue el regalo de saborear el dulce jugo de una bella relación que nutra y nos nutra, pueden darse varias combinaciones.

Y es que somos como la fruta... Puede que todavía te encuentres verde y que coincidas con alguien que al igual que tú, aún se encuentre en un proceso temprano de maduración.

También puede darse el caso de que ya hayas logrado una buena graduación de tu almidón, mientras que el otro aún se encuentre en un estado incipiente en el proceso bioquímico de sus ácidos.

O por el contrario, puedes hallarte aún anclado en esa dura y firme textura en la que tus inflexibles fibras dificulten un buen aporte nutricional, mientras que el otro ya se haya rendido, hace tiempo, a la flexibilidad de texturas más apacibles.

Y es necesario entender que ninguna de las combinaciones anteriores son inútiles ni casuales. Todas ellas pertenecen en realidad al verdadero proceso de maduración.

Pero es únicamente en éste último caso; cuando ambos han transformado el ácido almidón en dulce jugo, que el sabor, el aroma, el color y la textura, se convierten en la deliciosa confitura del Amor.