FE Y DISCERNIMIENTO
Una reflexión profunda sobre la aparente paradoja entre la fe y el discernimiento. Este texto invita a comprender el lugar correcto de cada uno, mostrando cómo la verdadera claridad surge cuando la fe se dirige a lo trascendente y el discernimiento a lo terrenal. Un recordatorio de volver a la coherencia interior.


Cuando profundizamos y reflexionamos sobre lo trascendente, son muchos los casos en los que creemos toparnos con paradojas imposibles de sortear, pero es hermoso y casi mágico diría yo, ese momento en el que esa paradoja deja de serlo, desvelándose ante nuestros ojos cuando utilizamos el entendimiento correcto. Por un lado, muchas tradiciones nos enfatizan la importancia y necesidad de mantener nuestra fe, pase lo que pase y comprendamos o no aquello que nos pasa.
La fe en ESO más grande que está por encima de todo y de todos y que por mal que nos vayan las cosas o por más que parezca operar la injusticia, mantengamos la confianza y sigamos adelante sin hacernos más planteamientos al respecto.
Una fe que como su propio significado indica, no admite análisis ni cuestionamiento posible, pues de lo contrario dejaría de llamarse así. Por otro lado, también desde numerosas vertientes espirituales, a menudo se nos recuerda la importancia de usar nuestro discernimiento, ya que para eso es que se nos concedió. Incrementar la capacidad de análisis y de adquirir un buen juicio de las cosas.
Un discernimiento que nos premita posicionarnos en la vida gracias al propio criterio, fruto de nuestra conciencia. En este caso y con esa preciada herramienta con la que se nos ha dotado, en principio podría parecer un contra sentido mantener el empleo de la fe, ya que al poseer dicho don, parece resultar imposible e inevitable catalogar y enjuiciar aquello que llega a nuestras vidas.
Lo cierto es que ambas son necesarias y aplicables. El sentido lo encontraremos cuando cada una de ellas es posicionada correctamente. Normalmente depositamos la fe en el lugar en el que deberíamos utilizar el discernimiento y al revés.
Colocamos nuestra confianza en productos nacidos de este mundo material, y a su vez le pedimos explicaciones a la divinidad sobre aquellos asuntos que valoramos de injustos, en vez de entender que estamos malusando los términos.
Son múltipes los ejemplos de un mal posicionamiento de la fe: Las numerosas acciones de una ciencia corrupta al servicio de sus amos, la de una educación que ignora y en ocasiones amputa los dones naturales del niño, la de religiones doctrinales usurpadoras del espíritu oficiándoles al poder, la de una economía dictatorial que nos mantiene esclavos de unos cuantos, o el de delegar nuestras responsabilidades a papá estado, "por nuestro bien", a través de unos verdugos autoelegidos.
Y es que la fe, la emuná, no es aplicable a este mundo. En este mundo se necesita ejercer discernimiento; ese que tanto escasea últimamente, precisamente por el mal uso de la fe. La fe forma parte del lenguaje del alma con su Creador. Es esa certeza y seguridad que siente el hijo con respecto al accionar de su Padre.
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